GRANDES ERRORES EN LA GESTION DE PROYECTOS
Grandes Errores en la gestión de proyectos
1.- No estábamos
tratando el problema
correcto
Todo proyecto entraña la necesidad
de resolver un problema, ya se trate de una barrera que nos impide avanzar o de una oportunidad para hacer algo mejor.
En aquellos casos
en que sus consecuencias son reales y tangibles, las personas se preocupan de
asegurarse de que el problema
no llegue a aparecer
y es justamente esa claridad de metas lo que contribuye a evitarlo.
Pacelli ofrece como ejemplo de
ello el
síndrome del milenio,
el Y2K, que al entrar en el año 2000 devolvería
a los ordenadores
al año 1900. Se empleó tanto
dinero y tanto esfuerzo que, finalmente, aquel histórico 1 de enero los contratiempos fueron mínimos.
Entre las razones por las que no se trata
el auténtico
problema, el autor aduce que la misión no está articulada
de forma realista, no se comprende
claramente la dimensión
de la crisis porque cada grupo tiene su propia visión de la misma o porque
hay conflictos
más graves
y
urgentes a los que prestar atención inmediata. Se ve venir que nos acercamos a un conflicto cuando no conseguimos
convencer al responsable
de que se
trata de
un problema
grave y hay que hacer algo, cuando el
equipo de trabajo no sabe exactamente cuál es la dificultad
que el proyecto pretende resolver o cuando el equipo se dedica a resolver
los problemas que
le van
saliendo al paso (les problemas du jour), perdiendo así la perspectiva del asunto.
El autor aconseja
articular claramente la misión, haciendo constar
qué es lo que hay que
hacer, cuándo hay que hacerlo y cómo se medirán
los resultados. Además,
considera necesario revisitar y Re comunicar la misión durante
todo el
proyecto para
asegurarse de que
se está
haciendo lo correcto o, en caso de que el problema
cambie, modificar también la misión. Asimismo, resulta vital asegurarse
de que el proyecto responde
a
las prioridades
del patrocinador, y en caso contrario,
reconocer sin complejos
que es
algo que por el momento no le interesa.
2. Diseñamos lo que no era
La mayoría de
los proyectos
comienza con el diseño del
producto final y en su realización
se toman
en cuenta los
deseos del cliente y lo que resulta factible
dadas las limitaciones. Cuanto mayor sea la participación
del cliente
en el
diseño, mayores serán las
probabilidades de éxito. Sin embargo, suele ocurrir que
los equipos
de trabajo
se apresuran a realizar
el diseño
para luego descubrir que ciertos detalles se han hecho de
forma errónea o se han omitido por completo.
Las razones por las que esto sucede
son que el proyecto no estaba delineado
correctamente en todas sus dimensiones
(funcional, geográfica, organizativa y de expectativas con cretas), no se ha dejado participar
al cliente como es debido, se ha presionado demasiado
al equipo
de trabajo
en el
proyecto para que "trabaje de verdad" y muestre algo
productivo, se ha
perdido algún eslabón al transformar
los requisitos
en diseño, existe ya un
proceso automatizado con el
cual se
consigue hacer las cosas mal más rápido y, por último, no existen posibilidades
de realizar
cambios sobre el diseño porque en el proceso no se ha contemplado dicha
posibilidad. Ya se advierte que algo va mal cuando el
cliente no tiene ni voz
ni voto
en el proyecto, cuando se siguen los procesos actuales sin intención
alguna de mejorarlos de cara
al futuro
(pues se incluirán todas las ineficiencias presentes),
cuando los clientes no tienen
claro cómo van a efectuar su
trabajo con el nuevo diseño, cuando este continúa cambiando
en las
etapas más avanzadas del proyecto y cuando los clientes pierden
interés en el proyecto y dejan de participar.
La solución pasa
por invitar
a la participación del cliente
en su
justa medida, escuchar lo que
tiene que decir, ralentizar o parar el
proyecto para asegurarse de que el
diseño cumple con las necesidades de la empresa y mantenerse fieles
a la finalidad
del proyecto,
evitando cualquier distracción. Para ello
resulta positivo fijar el alcance
del proyecto haciendo constar qué cuestiones
tratará y cuáles no y obtener el
visto bueno antes
de comenzar. Por otra
parte, fijar unos límites se
torna esencial, como también
estar preparado para cambiarlos
según las necesidades del negocio. El
autor además aconseja, por un lado,
que a lo largo del camino se
establezcan hitos que indiquen que
se van
completando etapas
y, por
otro, que la posibilidad de utilizar prototipos se
considere seriamente para poder así reflejar los
requisitos y modelar los diseños del sistema o del proceso
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